PABLO PORTABALES para La Voz de Galicia
Hace unas semanas que Azafranes Bernardino cerró su tienda de la Galera y se trasladó a San Andrés. Entonces, ¿por qué sigue oliendo a especias en el entorno del antiguo local? Será porque después de tantos años quedó impregnado el aroma del azafrán en la citada rúa. Es algo imborrable. La nueva propietaria se ríe. «No, lo que sucede es que es un bajo muy grande y lo dejamos para fábrica. Seguimos haciendo allí a mano todo, como hacía Bernardino. Y por eso se mantienen los aromas por la zona. Además, allí seguimos vendiendo a hostelería», explica Carmen Pico Abad, la última propietaria en la historia del establecimiento más antiguo de la ciudad. Fundado en 1800, dicen que «Bernardino llegó en burro desde Puente Genil».
Antes de la Galera estuvo en Federico Tapia, en la calle Real, o en San Andrés. Las hijas de Bernardino, ya fallecidas, siguieron con el negocio hasta que se lo traspasaron a Mari Paz Vázquez, que se jubiló hace poco. «Vi la oportunidad y me lancé a la aventura con mi hija, Iván Varela y su mujer, Noelia», comenta Carmen desde el bajo enfrente de la capilla castrense de San Andrés en el que reapareció el espíritu del hombre que da nombre al negocio. «Hasta tenemos las máquinas que él utilizaba. El azafrán lo compramos en hebras y lo metemos en sobrecitos o lo molemos y tostamos nosotros. No nos fiamos del que nos puedan vender molido», asegura. Dice que esta especia, junto con el pimentón, son las más demandadas. «Cuando se acerca la época de la matanza viene gente de Lugo y de otras partes de Galicia a por nuestro pimentón. Ahora también está de moda la cúrcuma. Y vendemos muchas hierbas para hacer el licor», explica la nueva propietaria como emoción. «Es que hay que hablarle a la gente de las propiedades de cada producto. Es la diferencia entre despachar y recomendar», resume la mujer que mantiene vivo el espíritu de Bernardino 217 años después.